sábado, 21 de marzo de 2020

RELIGIÓN SÉPTIMO


Bienvenid@s al blog

Este blog fue creado con la finalidad  de desarrollar algunos temas y actividades en el ámbito religioso. Espero que su contenido resulte de mucho interés, divertido y útil.


PRIMER PERIODO
1. CREO EN UN SOLO DIOS
2. DIOS REVELA SU NOMBRE
3. DIOS, “EL QUE ES”, ES VERDAD Y AMOR
4. CONSECUENCIAS DE LA FE EN DIOS ÚNICO

SEGUNDO PERIODO
1. EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO
2. LA REVELACIÓN DE DIOS COMO TRINIDAD
3. LA SANTÍSIMA TRINIDAD EN LA DOCTRINA DE LA FE
4. LAS OBRAS DIVINAS Y LAS MISIONES TRINITARIAS
5. LA CREACIÓN: “OBRA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD”
6. EL MUNDO HA SIDO CREADO PARA LA GLORIA DE DIOS
7. EL MISTERIO DE LA CREACIÓN I
A. DIOS CREA POR SABIDURÍA Y AMOR
B. DIOS CREA DE LA NADA
C. DIOS CREA UN MUNDO ORDENADO Y BUENO
8. EL MISTERIO DE LA CREACIÓN II
D. DIOS TRANSCIENDE LA CREACIÓN Y ESTA PRESENTE EN ELLA
E. DIOS MANTIENE Y CONDUCE LA CREACIÓN
F. DIOS REALIZA SU DESIGNIO: “LA DIVINA PROVIDENCIA”
9. LOS ÁNGELES
10. EL MUNDO VISIBLE

TERCER PERIODO
1. A IMAGEN DE DIOS
2. HOMBRE Y MUJER LOS CREO
3. EL HOMBRE EN EL PARAÍSO
4. DONDE ABUNDÓ EL PECADO, SOBREABUNDÓ LA GRACIA
5. LA CAÍDA DE LOS ÁNGELES
6. EL PECADO ORIGINAL
7. NO LO ABANDONASTE AL PODER DE LA MUERTE
  
PRIMER PERIODO: “CREO EN DIOS PADRE”
1. “Creo en un solo Dios”
2.  Dios revela su nombre
3. Dios, “el que es”, es verdad y amor
4. Consecuencias de la fe en el Dios único

1. “CREO EN UN SOLO DIOS”
Con estas palabras comienza el Símbolo Niceno-Constantinopolitano. La confesión de la unicidad de Dios, que tiene su raíz en la Revelación Divina en la Antigua Alianza, es inseparable de la confesión de la existencia de Dios y asimismo también fundamental. Dios es Único: no hay más que un solo Dios: "La fe cristiana cree y confiesa que hay un solo Dios por naturaleza, por substancia y por esencia”.

A Israel, su elegido, Dios se reveló como el Único: "Escucha Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza". Por los profetas, Dios llama a Israel y a todas las naciones a volverse a Él, el Único: "Volveos a mí y seréis salvados, confines todos de la tierra, porque yo soy Dios, no existe ningún otro ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua jurará diciendo: ¡Sólo en Dios hay victoria y fuerza!".

Jesús mismo confirma que Dios es "el único Señor" y que es preciso amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y todas las fuerzas. Deja al mismo tiempo entender que Él mismo es "el Señor". Confesar que "Jesús es Señor" es lo propio de la fe cristiana. Esto no es contrario a la fe en el Dios Único. Creer en el Espíritu Santo, "que es Señor y dador de vida", no introduce ninguna división en el Dios único:

«Creemos firmemente y confesamos que hay un solo verdadero Dios, inmenso e inmutable, incomprensible, todopoderoso e inefable, Padre, Hijo y Espíritu Santo: Tres Personas, pero una sola esencia, substancia o naturaleza absolutamente simple.

2. DIOS REVELA SU NOMBRE
Dios se reveló a su pueblo Israel dándole a conocer su Nombre. El nombre expresa la esencia, la identidad de la persona y el sentido de su vida. Dios tiene un nombre. No es una fuerza anónima. Comunicar su nombre es darse a conocer a los otros. Es, en cierta manera, comunicarse a sí mismo haciéndose accesible, capaz de ser más íntimamente conocido y de ser invocado personalmente.

Dios se reveló progresivamente y bajo diversos nombres a su pueblo, pero la revelación del Nombre Divino, hecha a Moisés en la teofanía de la zarza ardiente, en el umbral del Éxodo y de la Alianza del Sinaí, demostró ser la revelación fundamental tanto para la Antigua como para la Nueva Alianza.

El Dios vivo
Dios llama a Moisés desde una zarza que arde sin consumirse. Dios dice a Moisés: "Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Dios es el Dios de los padres. El que había llamado y guiado a los patriarcas en sus peregrinaciones. Es el Dios fiel y compasivo que se acuerda de ellos y de sus promesas; viene para librar a sus descendientes de la esclavitud. Es el Dios que más allá del espacio y del tiempo lo puede y lo quiere, y que pondrá en obra toda su omnipotencia para este designio.

"Yo soy el que soy"
Moisés dijo a Dios: «Si voy a los hijos de Israel y les digo: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les responderé?» Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy». Y añadió: «Así dirás a los hijos de Israel: "Yo soy" me ha enviado a vosotros. Este es ni nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación».

3. DIOS, "EL QUE ES", ES VERDAD Y AMOR
Dios, "El que es", se reveló a Israel como el que es "rico en amor y fidelidad" Estos dos términos expresan de forma condensada las riquezas del Nombre divino. En todas sus obras, Dios muestra su benevolencia, su bondad, su gracia, su amor; pero también su fiabilidad, su constancia, su fidelidad, su verdad. "Doy gracias a tu Nombre por tu amor y tu verdad" Él es la Verdad, porque "Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna"; él es "Amor", como lo enseña el apóstol Juan.

Dios es la Verdad, "es verdad el principio de tu palabra, por siempre, todos tus justos juicios". "Ahora, mi Señor Dios, tú eres Dios, tus palabras son verdad"; por eso las promesas de Dios se realizan siempre Dios es la Verdad misma, sus palabras no pueden engañar. Por ello el hombre se puede entregar con toda confianza a la verdad y a la fidelidad de la palabra de Dios en todas las cosas. El comienzo del pecado y de la caída del hombre fue una mentira del tentador que indujo a dudar de la palabra de Dios, de su benevolencia y de su fidelidad.

Dios es Amor
A lo largo de su historia, Israel pudo descubrir que Dios sólo tenía una razón para revelársele y escogerlo entre todos los pueblos como pueblo suyo: su amor gratuito. E Israel comprendió, gracias a sus profetas, que también por amor Dios no cesó de salvarlo y de perdonarle su infidelidad y sus pecados.

4. CONSECUENCIAS DE LA FE EN EL DIOS ÚNICO
Creer en Dios, el Único, y amarlo con todo el ser tiene consecuencias inmensas para toda nuestra vida:

a. Es reconocer la grandeza y la majestad de Dios: "Sí, Dios es tan grande que supera nuestra ciencia". Por esto Dios debe ser "el primer servido".

b. Es vivir en acción de gracias: Si Dios es el Único, todo lo que somos y todo lo que poseemos vienen de Él: "¿Qué tienes que no hayas recibido?". "¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?"

c. Es reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres: Todos han sido hechos "a imagen y semejanza de Dios".

Es usar bien de las cosas creadas: La fe en Dios, el Único, nos lleva a usar de todo lo que no es Él en la medida en que nos acerca a Él, y a separarnos de ello en la medida en que nos aparta de Él.

«Señor mío y Dios mío, quítame todo lo que me aleja de ti! ¡Señor mío y Dios mío, dame todo lo que me acerca a ti! ¡Señor mío y Dios mío, despójame de mí mismo para darme todo a ti”

ACTIVIDAD EN CLASE
CITAS BÍBLICAS:
1. (Rm, 1,2-3; Dt 6,4-5; Is 45,22-24; Flp 2,10-12; Mc 12,29-30; Mc 12,35-37)
2. (Ex 3,6-8; Ex 3,13-15; Ex 34,6-8; Sal 138,2-4; Sal 85,11: 1 Jn 1,5-7)
3. (1 Jn 4,8-10; Sal 119,160; 2 S 7,28-30; Dt 7,9-11; Dt 4,37-39; Dt 10,15-17; Is 43,1-7)
4. (Jb 36,26-28; 1 Co 4,7-9; Sal 116,12-14; Gn 1,26-28; Mt 5,29-30; 16, 24-26; 19,23-25)
Nota: De cada cita bíblica debes formular y responder dos preguntas.

SEGUNDO PERIODO: “EL PADRE”

1. “En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo”
2. La revelación de Dios cono Trinidad
3. La Santísima Trinidad en la doctrina de la fe
4. Las obras divinas y las misiones Trinitarias
5. La Creación: obra de la Santísima Trinidad 
6. “El mundo ha sido creado para la gloria de Dios” 
7. El misterio de la Creación I
8. El misterio de la Creación II
9. Dios realiza su designio: la divina providencia

1. “EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO”
Los cristianos son bautizados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19.21). Antes responden "Creo" a la triple pregunta que les pide confesar su fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu: ("La fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima Trinidad").

Los cristianos son bautizados en "el nombre" del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y no en "los nombres" de éstos, pues no hay más que un solo Dios, el Padre todopoderoso y su Hijo único y el Espíritu Santo: la Santísima Trinidad.

El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe". "Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo".

2. LA REVELACIÓN DE DIOS COMO TRINIDAD
El Padre revelado por el Hijo. La invocación de Dios como "Padre" es conocida en muchas religiones. La divinidad es con frecuencia considerada como "padre de los dioses y de los hombres". En Israel, Dios es llamado Padre en cuanto Creador del mundo (Dt 32,6-8; Ml 2,10-12). Pues aún más, es Padre en razón de la Alianza y del don de la Ley a Israel, su "primogénito" (Ex 4,22). Es llamado también Padre del rey de Israel (2 S 7,14-16). Es muy especialmente "el Padre de los pobres", del huérfano y de la viuda, que están bajo su protección amorosa (Sal 68,6-8).

El Padre y el Hijo revelados por el Espíritu. Antes de su Pascua, Jesús anuncia el envío de "otro Paráclito" (Defensor), el Espíritu Santo. Este, que actuó ya en la Creación (Gn 1,2-4) y "por los profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150), estará ahora junto a los discípulos y en ellos (Jn 14,17-19), para enseñarles
(Jn 14,16-18) y conducirlos "hasta la verdad completa" (Jn 16,13). El Espíritu Santo es revelado así como otra persona divina con relación a Jesús y al Padre.

3. LA SANTÍSIMA TRINIDAD EN LA DOCTRINA DE LA FE
La formación del dogma trinitario. La verdad revelada de la Santísima Trinidad ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la Iglesia, principalmente en el acto del Bautismo. Encuentra su expresión en la regla de la fe bautismal, formulada en la predicación, la catequesis y la oración de la Iglesia. Estas formulaciones se encuentran ya en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la liturgia eucarística: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros" (2 Co 13,13.15; 1 Co 12,4-6; Ef 4,4-6).

El dogma de la Santísima Trinidad
La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial". Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza". "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina".

Las Personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único pero no solitario". "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo". Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede”. La Unidad divina es Trina.

Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las Personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia". En efecto, "en Dios todo es uno, excepto lo que comporta relaciones opuestas". "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo".

4. LAS OBRAS DIVINAS Y LAS MISIONES TRINITARIAS
Dios es amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada. Tal es el "designio benevolente" (Ef 1,9-11) que concibió antes de la creación del mundo en su Hijo amado, "predestinándonos a la adopción filial en Él" (Ef 1,4-5), es decir, "a reproducir la imagen de su Hijo" (Rm 8,29-31) gracias al "Espíritu de adopción filial" (Rm 8,15-17). Este designio es una "gracia dada antes de todos los siglos" (2 Tm 1,9-11), nacido inmediatamente del amor trinitario. Se despliega en la obra de la creación, en toda la historia de la salvación después de la caída, en las misiones del Hijo y del Espíritu, cuya prolongación es la misión de la Iglesia (AG 2,9-11).

Toda la economía divina es la obra común de las tres Personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y misma operación. "El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de las criaturas, sino un solo principio". Sin embargo, cada Persona divina realiza la obra común según su propiedad personal. Así la Iglesia confiesa, siguiendo al Nuevo Testamento (1 Co 8,6-8): "Uno es Dios y Padre de quien proceden todas las cosas, Uno el Señor Jesucristo por el cual son todas las cosas, y Uno el Espíritu Santo en quien son todas las cosas. Son, sobre todo, las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las que manifiestan las propiedades de las personas divinas.

Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la propiedad de las Personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (Jn 6,44-46) y el Espíritu lo mueve (Rm 8,14-16).

El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad (Jn 17,21-23). Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: "Si alguno me ama dice el Señor guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14,23.25).

«Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora».

5. LA CREACIÓN: OBRA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
"En el principio, Dios creó el cielo y la tierra" (Gn 1,1-3): tres cosas se afirman en estas primeras palabras de la Escritura: el Dios eterno ha dado principio a todo lo que existe fuera de Él. La totalidad de lo que existe expresado por la fórmula “el cielo y la tierra” depende de Aquel que le da el ser.

"En el principio existía el Verbo y el Verbo era Dios. Todo fue hecho por él y sin él nada ha sido hecho" (Jn 1,1-3). El Nuevo Testamento revela que Dios creó todo por el Verbo Eterno, su Hijo amado. "En él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo y todo tiene en él su consistencia" (Col 1, 16-18). La fe de la Iglesia afirma también la acción creadora del Espíritu Santo: él es el "dador de vida", "el Espíritu Creador", la "Fuente de todo bien".

La acción creadora del Hijo y del Espíritu, insinuada en el Antiguo Testamento (Sal 33,6-8; 104,30-32; Gn 1,2-3), revelada en la Nueva Alianza, inseparablemente una con la del Padre, es claramente afirmada por la regla de fe de la Iglesia: "Sólo existe un Dios: es el Padre, es Dios, es el Creador, es el Autor, es el Ordenador. Ha hecho todas las cosas por sí mismo, es decir, por su Verbo y por su Sabiduría", "por el Hijo y el Espíritu", que son como "sus manos". La creación es la obra común de la Santísima Trinidad.

6. “EL MUNDO HA SIDO CREADO PARA LA GLORIA DE DIOS”
Es una verdad fundamental que la Escritura y la Tradición no cesan de enseñar y de celebrar: "El mundo ha sido creado para la gloria de Dios". Dios ha creado todas las cosas, explica san Buenaventura, ("no para aumentar su gloria, sino para manifestarla y comunicarla"). Porque Dios no tiene otra razón para crear que su amor y su bondad: ("Abierta su mano con la llave del amor surgieron las criaturas").

El solo verdadero Dios, en su bondad y por su fuerza todopoderosa, no para aumentar su bienaventuranza, ni para adquirirla, sino para manifestar su perfección por los bienes que otorga a sus criaturas, con libérrimo designio, justamente desde el comienzo del tiempo, creó de la nada una y otra criatura.

La gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación y esta comunicación de su bondad para las cuales el mundo ha sido creado. Hacer de nosotros "hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia" (Ef 1,5-6): "Porque la gloria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre es la visión de Dios: si ya la revelación de Dios por la creación procuró la vida a todos los seres que viven en la tierra, cuánto más la manifestación del Padre por el Verbo procurará la vida a los que ven a Dios". El fin último de la creación es que Dios, «Creador de todos los seres, sea por fin "todo en todas las cosas" (1 Co 15,28-30), procurando al mismo tiempo su gloria y nuestra felicidad».

7. EL MISTERIO DE LA CREACIÓN I:
a. Dios crea por sabiduría y por amor. Creemos que Dios creó el mundo según su sabiduría (Sb 9,9-11). Este no es producto de una necesidad cualquiera, de un destino ciego o del azar. Creemos que procede de la voluntad libre de Dios que ha querido hacer participar a las criaturas de su ser, de su sabiduría y de su bondad: "Porque tú has creado todas las cosas; por tu voluntad lo que no existía fue creado" (Ap 4,11-13). "¡Cuán numerosas son tus obras, Señor! Todas las has hecho con sabiduría" (Sal 104,24-26). "Bueno es el Señor para con todos, y sus ternuras sobre todas sus obras" (Sal 145,9-11).

b. Dios crea “de la nada”. Creemos que Dios no necesita nada preexistente ni ninguna ayuda para crear. La creación tampoco es una emanación necesaria de la substancia divina. Dios crea libremente "de la nada".
¿Qué tendría de extraordinario si Dios hubiera sacado el mundo de una materia preexistente? Un artífice humano, cuando se le da un material, hace de él todo lo que quiere. Mientras que el poder de Dios se muestra precisamente cuando parte de la nada para hacer todo lo que quiere».

La fe en la creación "de la nada" está atestiguada en la Escritura como una verdad llena de promesa y de esperanza. Así la madre de los siete hijos macabeos los alienta al martirio:

«Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno. Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a causa de sus leyes. Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia» (2 M 7,22-28).

Puesto que Dios puede crear de la nada, puede por el Espíritu Santo dar la vida del alma a los pecadores creando en ellos un corazón puro (cf. Sal 51,12), y la vida del cuerpo a los difuntos mediante la Resurrección. Él "da la vida a los muertos y llama a las cosas que no son para que sean" (Rm 4,17). Y puesto que, por su Palabra, pudo hacer resplandecer la luz en las tinieblas (cf. Gn 1,3), puede también dar la luz de la fe a los que lo ignoran (2 Co 4,6-8).

8. EL MISTERIO DE LA CREACIÓN II:
c. Dios crea un mundo ordenado y bueno. Porque Dios crea con sabiduría, la creación está ordenada: "Tú todo lo dispusiste con medida, número y peso" (Sb 11,20-22). Creada en y por el Verbo eterno, "imagen del Dios invisible" (Col 1,15-17), la creación está destinada, dirigida al hombre, imagen de Dios (Gn 1,26-28), llamado a una relación personal con Dios. Nuestra inteligencia, participando en la luz del Entendimiento divino, puede entender lo que Dios nos dice por su creación (Sal 19,2-5), ciertamente no sin gran esfuerzo y en un espíritu de humildad y de respeto ante el Creador y su obra (Jb 42,3-5). Salida de la bondad divina, la creación participa en esa bondad ("Y vio Dios que era bueno muy bueno": Gn 1,4.10.12.18.21.31). Porque la creación es querida por Dios como un don dirigido al hombre, como una herencia que le es destinada y confiada. La Iglesia ha debido, en repetidas ocasiones, defender la bondad de la creación, comprendida la del mundo material.

d. Dios transciende la creación y está presente en ella. Dios es infinitamente más grande que todas sus obras (Si 43,28-30): "Su majestad es más alta que los cielos" (Sal 8,2.4), "su grandeza no tiene medida" (Sal 145,3-5). Pero porque es el Creador soberano y libre, causa primera de todo lo que existe, está presente en lo más íntimo de sus criaturas: "En él vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17,28-30). Según las palabras de san Agustín, Dios es superior ("Dios está por encima de lo más alto que hay en mí y está en lo más hondo de mi intimidad") (Confesiones, 3,6,11).

e. Dios mantiene y conduce la creación. Realizada la creación, Dios no abandona su criatura a ella misma. No sólo le da el ser y el existir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y la lleva a su término. Reconocer esta dependencia completa con respecto al Creador es fuente de sabiduría y de libertad, de gozo y de confianza:
«Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces pues, si algo odiases, no lo hubieras creado. Y ¿cómo podría subsistir cosa que no hubieses querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubieses llamado? Mas tú todo lo perdonas porque todo es tuyo, Señor que amas la vida» (Sb 11, 24-26).

9. DIOS REALIZA SU DESIGNIO: LA DIVINA PROVIDENCIA
La creación tiene su bondad y su perfección propias, pero no salió plenamente acabada de las manos del Creador. Fue creada "en estado de vía" hacia una perfección última todavía por alcanzar, a la que Dios la destinó. Llamamos divina providencia a las disposiciones por las que Dios conduce la obra de su creación hacia esta perfección:

«Dios guarda y gobierna por su providencia todo lo que creó, "alcanzando con fuerza de un extremo al otro del mundo y disponiéndolo todo suavemente" (Sb 8, 1-3). Porque "todo está desnudo y patente a sus ojos" (Hb 4, 13-15), incluso cuando haya de suceder por libre decisión de las criaturas».

La providencia y las causas segundas
Dios es el Señor soberano de su designio. Pero para su realización se sirve también del concurso de las criaturas. Esto no es un signo de debilidad, sino de la grandeza y bondad de Dios todopoderoso. Porque Dios no da solamente a sus criaturas la existencia, les da también la dignidad de actuar por sí mismas, de ser causas y principios unas de otras y de cooperar así a la realización de su designio.

La providencia y el escándalo del mal
Dios Padre todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de todas sus criaturas, ¿por qué existe el mal? A esta pregunta tan apremiante como inevitable, tan dolorosa como misteriosa no se puede dar una respuesta simple. El conjunto de la fe cristiana constituye la respuesta a esta pregunta: la bondad de la creación, el drama del pecado, el amor paciente de Dios que sale al encuentro del hombre con sus Alianzas, con la Encarnación redentora de su Hijo, con el don del Espíritu, con la congregación de la Iglesia, con la fuerza de los sacramentos, con la llamada a una vida bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar libremente, pero a la cual, también libremente, por un misterio terrible, pueden negarse o rechazar. No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una respuesta a la cuestión del mal.

10. LOS ÁNGELES
Quiénes son los ángeles
"El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel". Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan "constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 10), son "agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra" (Sal 103, 20).

Cristo "con todos sus ángeles"
Cristo es el centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le pertenecen: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles..." (Mt 25, 31). Le pertenecen porque fueron creados por y para Él: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por Él y para Él" (Col 1, 16). Le pertenecen más aún porque los ha hecho mensajeros de su designio de salvación: "¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?" (Hb 1, 14).

11. EL MUNDO VISIBLE
Dios mismo es quien ha creado el mundo visible en toda su riqueza, su diversidad y su orden. La Escritura presenta la obra del Creador simbólicamente como una secuencia de seis días "de trabajo" divino que terminan en el "reposo" del día séptimo (Gn 1, 1-2,4). El texto sagrado enseña, a propósito de la creación, verdades reveladas por Dios para nuestra salvación que permiten "conocer la naturaleza íntima de todas las criaturas, su valor y su ordenación a la alabanza divina".

Nada existe que no deba su existencia a Dios creador. El mundo comenzó cuando fue sacado de la nada por la Palabra de Dios; todos los seres existentes, toda la naturaleza, toda la historia humana están enraizados en este acontecimiento primordial: es el origen gracias al cual el mundo es constituido, y el tiempo ha comenzado.

TERCER Y CUARTO PERIODO
1. “A imagen de Dios”
2. Hombre y mujer los creo
3. El hombre en el paraíso
4. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia
5. La caída de los ángeles
6. El pecado original
7. “No lo abandonaste al poder de la muerte.

1. A IMAGEN DE DIOS"
De todas las criaturas visibles sólo el hombre es "capaz de conocer y amar a su Creador" (Gen 12,3); es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma" (Gen 24,3); sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad:

Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar.

La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que "Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente" (Gn 2,7). Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios.

2. “HOMBRE Y MUJER LOS CREÓ”
a. Igualdad y diferencia queridas por Dios
El hombre y la mujer son creados, es decir, son queridos por Dios: por una parte, en una perfecta igualdad en tanto que personas humanas, y por otra, en su ser respectivo de hombre y de mujer. "Ser hombre", "ser mujer" es una realidad buena y querida por Dios: el hombre y la mujer tienen una dignidad que nunca se pierde, que viene inmediatamente de Dios su creador (Gn 2,7.22). El hombre y la mujer son, con la misma dignidad, "imagen de Dios". En su "ser-hombre" y su "ser-mujer" reflejan la sabiduría y la bondad del Creador.

Dios no es, en modo alguno, a imagen del hombre. No es ni hombre ni mujer. Dios es espíritu puro, en el cual no hay lugar para la diferencia de sexos. Pero las "perfecciones" del hombre y de la mujer reflejan algo de la infinita perfección de Dios: las de una madre (Is 49,14-15; 66,13; Sal 131,2-3) y las de un padre y esposo (Os 11,1-4; Jr 3,4-19).

b. “El uno para el otro”, “una unidad de dos”
Creados a la vez, el hombre y la mujer son queridos por Dios el uno para el otro. La Palabra de Dios nos lo hace entender mediante diversos acentos del texto sagrado. "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada" (Gn 2,18). Ninguno de los animales es "ayuda adecuada" para el hombre (Gn 2,19-20). La mujer, que Dios "forma" de la costilla del hombre y presenta a éste, despierta en él un grito de admiración, una exclamación de amor y de comunión: "Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gn 2,23). El hombre descubre en la mujer como un otro "yo", de la misma humanidad.

El hombre y la mujer están hechos "el uno para el otro": no que Dios los haya hecho "a medias" e "incompletos"; los ha creado para una comunión de personas, en la que cada uno puede ser "ayuda" para el otro porque son a la vez iguales en cuanto personas ("hueso de mis huesos...") y complementarios en cuanto masculino y femenino. En el matrimonio, Dios los une de manera que, formando "una sola carne" (Gn 2,24), puedan transmitir la vida humana: "Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra" (Gn 1,28). Al trasmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador (Gn 50,1).

3. EL HOMBRE EN EL PARAÍSO
El primer hombre fue no solamente creado bueno, sino también constituido en la amistad con su creador y en armonía consigo mismo y con la creación en torno a él; amistad y armonía tales que no serán superadas más que por la gloria de la nueva creación en Cristo.

La Iglesia, interpretando de manera auténtica el simbolismo del lenguaje bíblico a la luz del Nuevo Testamento y de la Tradición, enseña que nuestros primeros padres Adán y Eva fueron constituidos en un estado "de santidad y de justicia original". Esta gracia de la santidad original era una "participación de la vida divina".

4. DONDE ABUNDÓ EL PECADO, SOBREABUNDÓ LA GRACIA
a. La realidad del pecado
El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre la historia.

La realidad del pecado, y más particularmente del pecado de los orígenes, sólo se esclarece a la luz de la Revelación divina. Sin el conocimiento que ésta nos da de Dios no se puede reconocer claramente el pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente como un defecto de crecimiento, como una debilidad psicológica, un error, la consecuencia necesaria de una estructura social inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento del designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse mutuamente.

b. El pecado original: una verdad esencial de la fe
Con el desarrollo de la Revelación se va iluminando también la realidad del pecado. Aunque el Pueblo de Dios del Antiguo Testamento conoció de alguna manera la condición humana a la luz de la historia de la caída narrada en el Génesis, no podía alcanzar el significado último de esta historia que sólo se manifiesta a la luz de la muerte y de la resurrección de Jesucristo (Rm 5,12-21). Es preciso conocer a Cristo como fuente de la gracia para conocer a Adán como fuente del pecado. El Espíritu-Paráclito, enviado por Cristo resucitado, es quien vino "a convencer al mundo en lo referente al pecado" (Jn 16,8) revelando al que es su Redentor.

La doctrina del pecado original es, por así decirlo, "el reverso" de la Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todos los hombres, que todos necesitan salvación y que la salvación es ofrecida a todos gracias a Cristo. La Iglesia, que tiene el sentido de Cristo (1 Cor 2,16) sabe bien que no se puede lesionar la revelación del pecado original sin atentar contra el Misterio de Cristo.

5. LA CAÍDA DE LOS ÁNGELES
Detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios (Gn 3,1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (Sb 2,24). La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. "El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos".

La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2 P 2,4). Esta "caída" consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: "Seréis como dioses" (Gn 3,5). El diablo es "pecador desde el principio" (1 Jn 3,8), "padre de la mentira" (Jn 8,44).

6. EL PECADO ORIGINAL
a. La prueba de la libertad
Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. Criatura espiritual, el hombre no puede vivir esta amistad más que en la forma de libre sumisión a Dios. Esto es lo que expresa la prohibición hecha al hombre de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, "porque el día que comieres de él, morirás sin  remedio" (Gn 2,17). "El árbol del conocimiento del bien y del mal" evoca simbólicamente el límite infranqueable que el hombre como criatura debe reconocer libremente y respetar con confianza. El hombre depende del Creador, está sometido a las leyes de la Creación y a las normas morales que regulan el uso de la libertad.

b. El primer pecado del hombre
El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador (Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre (Rm 5,19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad.

En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su propio bien. El hombre, constituido en un estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente "divinizado" por Dios en la gloria. Por la seducción del diablo quiso "ser como Dios" (Gn 3,5), pero "sin Dios, antes que Dios y no según Dios".
c. Consecuencias del pecado de Adán para la humanidad
Todos los hombres están implicados en el pecado de Adán. San Pablo lo afirma: "Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores" (Rm 5,19): "Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron..." (Rm 5,12). A la universalidad del pecado y de la muerte, el apóstol opone la universalidad de la salvación en Cristo: "Como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo (la de Cristo) procura a todos una justificación que da la vida" (Rm 5,18).

La Iglesia ha enseñado siempre que la inmensa miseria que oprime a los hombres y su inclinación al mal y a la muerte no es comprensible sin su conexión con el pecado de Adán y con el hecho de que nos ha transmitido un pecado con que todos nacemos afectados y que es "muerte del alma". Por esta certeza de fe, la Iglesia concede el Bautismo para la remisión de los pecados incluso a los niños que no han cometido pecado personal.

7. “NO LO ABANDONASTE AL PODER DE LA MUERTE”
Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (Gn 3,9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (Gn 3,15). Este pasaje del Génesis ha sido llamado, por ser el primer anuncio del Mesías redentor, anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la victoria final de un descendiente de ésta.

La tradición cristiana ve en este pasaje un anuncio del "nuevo Adán" (1 Co 15,21-22.45) que, por su "obediencia hasta la muerte en la Cruz" (Flp 2,8) repara con sobreabundancia la desobediencia de Adán (Rm 5,19-20). Por otra parte, numerosos Padres y doctores de la Iglesia ven en la mujer anunciada la madre de Cristo, María, como "nueva Eva". Ella ha sido la que, la primera y de una manera única, se benefició de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue preservada de toda mancha de pecado original y, durante toda su vida terrena, por una gracia especial de Dios, no cometió ninguna clase de pecado.



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